lunes, 28 de octubre de 2013

Tipi Tapa

En ese extraño idioma que es el euskera, Tipi Tapa significa pasito a pasito (o eso dicen en internet). Y debe ser verdad, porque de los gritos y expresiones de ánimo que nos decían los vizcaínos en su  maratón, esa era la que mas nos ha gustado y más se nos ha quedado grabada a todos. En mi caso, además, eso de pasito a pasito ha sido un mantra para terminar éste maratón, el quinto.

El sábado pasado, 19 de octubre, corrimos el V Bilbao Night Marathon, David, Ricardo, Juanra, Juanma (la media) y yo. Una oportunidad para meternos otra vez en esa aventura tan difícil y apasionante que se llama maratón. Esta vez, bajo las estrellas, novedad gorda.

Viajamos ese misma día por la mañana, con anécdota incluida en el aeropuerto de Sevilla (qué ratito más malo pasamos ¿eh Juanra?) y nada más llegar fuimos a la exporunning a recoger el dorsal, hicimos checking en el hotel y comimos un plato de pasta bastante regulero en un centro comercial que había allí cerca. Todo estaba a mano, sin embargo, desde que quedamos para desayunar en Camas hasta que nos fuimos a echarnos una siestecilla a las 17h no paramos. Era algo a lo que le temíamos bastante y que creo que finalmente nos pasó factura a todos. Correr un maratón a las 21h cuando el cuerpo ya ha gastado buena parte de las energías del día es complicado, pero si le sumas el hecho de que tienes que viajar, cargar con maletas, comer fuera, no estás en tu casa... pues bueno, no es muy difícil imaginar que son cosas que restan. 

A la hora señalada ya estábamos los cinco metidos en nuestro cajón, bueno, unos en el cajón asignado y otros no, porque como el control de acceso a los cajones era fácilmente superable, incluso sin querer colarte, pues nos colamos todos en el mismo (es un detalle que sigue sin cuidarse en la mayoría de maratones y carreras). Salida escalonada por cajones y bueno, explosión de subidón donde las haya. La salida más espectacular que he visto nunca, cañones de fuego en los primeros metros y después fuegos artificiales sobre los mismos corredores. Puntazo, esto prometía. Sin embargo lo bonito se acabó ahí. A la organización se le ocurrió la absurda idea de meter las dos carreras (media y maratón) por el paseo de Olabeaga con una calzada de apenas 6 metros de anchura y desde el km1 al km6!! Solo 6 metros y con unas aceras con bordillos de miedo! Si ya eso era estrecho para 5000 participantes en un sentido, lo verdaderamente flipante era que la carrera volvía por la misma calle! Cuando en el km3-4 vimos el coche con el marcador electrónico y la cabeza de carrera detrás de él, pensamos lo peor... Nosotros nunca llegamos a pararnos totalmente, pero casi tuvimos que caminar. Y cuando dimos la vuelta vimos el pelotón gordo con la gente parada literalmente. El desastre.

Bueno, vamos a mi carrera. Los primeros 4 kms fueron un caos por eso que acabo de contar. Y en todos ellos corrimos por encima de 5 min/km. Pero a partir del quinto pudimos poner el ritmo que habíamos acordado. Yo quería marcar un ritmo medio de 4:50 min/km. Eso me daba un tiempo precioso: 3h24. Es cierto que me faltaron kms en el plan y que entrenar a las 7 am me había matado, pero bueno, si no salía con el objetivo claro era seguro que no lo haría. Así que sin complejos y a rodar a 4:50, que no parecía nada difícil. 

Y eso hicimos, fuimos todos juntos excepto Juanra, que debutaba en maratón y solo pretendía acabar, como está mandado. Yo tenía clarísimo que no me importarían los arreones de los demás, léase Ricardo, ni que Juanma hiciera de liebre hasta el 21, ni nada de nada. Apenas hablaba, me concentré y puse la máquina a funcionar. A partir de ese km5 lo pude hacer sin muchos problemas y me olvidé del mundo. Iba disfrutando del recorrido, miraba y me dejaba animar. Apenas hablé con éstos y me esforcé porque la cabeza no hiciera de las suyas. Las piernas iban solas, los kms caían, me hidrataba, lideraba el grupo... En el km12 Juanma decidió tirar más rápido, más que nada para no quemarnos, porque él terminaba en la media y a nosotros nos quedaba todo un mundo desde ahí. Ricardo, muy propio de él, decidió irse con él, pero yo ni caso. David se quedó a mi lado y me dijo que tirara si quería, que él se quedaba ahí. Y yo impasible, ni tiraba con los de delante ni me quedaba con David, yo seguía a lo mío. A mi ritmo, a mi regularidad. Sabía que era lo único que me llevaría al éxito. Camino de la media David resistía conmigo y de vez en cuando me decía que habíamos hecho un km muy rápido (eso no me importaba, yo iba con regularidad pero de vez en cuando te puede salir un mil algo más rápido, además había que recuperar la salida desastrosa) y también me decía que íbamos bajando un minuto del 3h30, dos minutos, ya tres minutos, cuatro... Tampoco me importaba lo más mínimo. Nadie podía sacarme de mi concentración. Eso me encantaba. Adelanté a la liebre de 3h30 sobre el km15, muy tarde para mi gusto, pero bueno, atrás quedaba. Y de vez en cuando, a apenas 20", se veía a Juanma y a Ricardo. "Esto va perfecto" pensaba todo el rato. Aquí mis ritmos por kms, una regularidad perfecta hasta el km 22.

Llegamos a la meta y Juanma se desvía para pasar bajo el arco y a los 600! valientes de la maratón nos queda una vuelta entera. Imaginad una carrera de 5000 personas que de pronto pasa a tener 600 corredores!!! Eso era el desierto. Vaya diferencia. En teoría era el momento para correr a gusto y para apretar, jeje, el que pudiera. Pero para mí empezaba el calvario. Nada más dejar a Juanma y quedarse solo, Ricado empieza a mirar atrás y nos ve a David y a mi super cerca. Se desmoraliza un poco (aunque no lo reconozca) y nos espera casi parado. "Menos mal que os he visto" nos dice. Bueno, me alegro un montón de que hagamos el grupeto los tres. Desde luego nada me va a desconcentrar, seguiré con mi ritmo regular y mi cabeza metida en la carrera. Ahora empezaba la carrera de verdad, como siempre. Me encuentro perfecto de todo, piernas, respiración, fatiga, todo sigue al 100% pero de pronto, sin haber avisado antes, el pinchazo en el gemelo izquierdo. El puto pinchazo del famoso síndrome compartimental que me diagnosticaron en primavera y que me hizo renunciar al maratón de Sevilla. Empezó de cero a cien en cuestión de metros. No me afectó a la cabeza de momento, me puse a correr igual y aguantar el dolor. Pero vi que el km23 y 24 lo hicimos a 5 min/km, por mi culpa. Así que decidí dejar de liderar el grupeto y ponerme a la cola de los tres. El dolor estaba ahí, era el mismo que hace unos meses. Vaya pesadilla. En el avituallamiento del km25 me despisto con el gel, se separan unos metros David y Ricardo y decido no ir tras ellos. Fin de mi maratón. Ahí se acababa lo que traía planeado. Ahora comenzaba mi pesadilla por terminar o bien la crónica de mi primera retirada. 

Y lo tuve clarísimo, tocaba retirada. Tras el palacio Euskalduna se corría por la Gran Vía y me crucé con David y Ricardo por primera vez. Tras verlos lo tuve claro: me retiraba. Me veía a mi mismo tirado de espaldas en el césped, resoplando y descansando y luego andando hasta meta, que estaba cerca. Pero no me retiré. Bueno "por la torre Iberdrola me retiro, que está al lado del Guggenheim". Y pasé la torre y llegué al museo y no me retiré. Allí estaba la salida y la meta, era el sitio perfecto para dejar de correr. Pero también vi el km30 y dije, "bueno, hasta el puente de Arenal y vuelvo  andando por esta orilla de la ría". A esas alturas ya iba corriendo a 5:20 el km y lo que es peor, intentando corregir la pisada con la pierna derecha para que no me pinchara tanto el gemelo. Esto fue mucho peor, claro, porque se me iban cargando los cuadriceps a una velocidad exagerada. Y bueno, crucé la ria de nuevo, llegué al puente de La Salve y pensé una vez más "en el siguiente puente peatonal, que da a la torre, me paro y lo cruzo caminando". Pero otra vez seguí corriendo y llegué al puente de Deusto y seguí corriendo. Y sufriendo, mucho más que antes... Es de esas veces que te preguntas mil veces por qué sigues. Y no era ni por huevos, ni por orgullo ni por nada... no sé responder, ni ahora ni entonces. Solo seguía moviendo las piernas. Y creo sinceramente que la decisión de parar y la de seguir estaban a un milímetro de distancia en mi cerebro y podría haber tomado cualquiera de ellas. Y soy y seré la misma persona y el mismo corredor habiendo tomado una u otra decisión. La decisión fue seguir, pero no tiene más mérito que parar. Con esto quiero quitarle hierro al hecho de abandonar. No lo he hecho nunca, puedo seguir diciéndolo, pero también creo que no es algo que nos haga mejores runners, ni más fuertes, ni con más huevos... Solo es un pequeño interruptor del cerebro que se ha quedado enganchado en ese esfuerzo horrible y no hemos podido activarlo. (Estas palabras no van dirigidas a nadie, pero si algún colega se siente identificado y le reconfortan, pues me alegro).

En el km 34 me encontré con Juanma, que se lo curró animándonos a todos tras su media, sacrificando la duchita y la ropa limpia. Me dio una botella de agua que me supo al mejor de los elixires y me dijo que lo tenía ya ahí, que solo quedaban 8 kms! Es verdad! De pronto vi que me quedaba un ocho mil de nada, que iba como un puto pato mareado pero que eso lo acababa ya por mis huevos (de pato). Y se lo dije en voz alta y casi ni me lo creía. Llevaba 10 kms asegurándome que me retiraría y resulta que no, que no me retiraba... Así que ahora ya tenía un nuevo objetivo, llegar al puto km42. Creo que al ponerme una nueva meta empecé a pasarlo peor y me ayudé parando en los avituallamientos para caminar unos metros. Cuando lo hacía me daba cuenta del verdadero estado, lamentable, de mis patas. Tuve que estirar un par de veces en la acera y cuando empezaba a caminar cojeaba  de mala manera. Luego me ponía a correr sin problemas por debajo de 5 min/km, pero claro, los ritmos de estos últimos kms se vieron muy muy afectados por esas paradillas aunque fueran cortas.

Supe por Juanma que Ricardo también había pinchado y mucho, y que David iba solo por delante pero que había sido rebasado de nuevo por la liebre de 3h30. O sea que pleno de cagadas. Los kms cayeron, parecía que no, pero cayeron y llegué a meta. Nunca había llegado con la recta totalmente para mí, así que me permití disfrutarlo, animando al público de un lado y del otro de la valla y entrando en plan guay, como si fuera mi mejor marca personal. Y fue casi la peor, 3h43:03 tiempo neto aunque mi crono me dió 3h42:20 (qué mas da eso...). Eso sí, la pesadilla no terminó ahí, si bien no fue mi peor tiempo, si que fue la carrera en la que acabé más cascado de mi vida. Fui por primera vez al fisio, se me subieron los gemelos dos o tres veces con los consiguientes gritos de dolor, se me cortó el cuerpo por el frío, vomité camino del hotel, no pude comer nada en horas... un cuadro.

En fin, esta es mi crónica de la Bilbao Night Marathon de los huevos (una y no más, sin duda). Conclusiones? Bueno, no iba del todo fino para conseguir marca, es verdad, pero yo creo que puse todo lo que pude y la primera mitad de la carrera me salió perfecta. ¿Si no me hubiera dado el pinchazo en el gemelo hubiera bajado de 3h25? Sinceramente creo que no, ya he dicho que me faltaban kms y en el tramo final eso me iba a pasar factura si o si. Pero no habría palmado 15 min como hice. Hubiera hecho menos de 3h30 con la gorra, seguro, estaba haciendo una carrera muy seria y me merecía, como mínimo 3h28. Pero bueno, las lesiones también cuentan. Y lo malo de ésta es que es algo crónico, que ya no tiene más tratamiento y que puede aparecer ahí un día, como hizo el sábado y otras veces no. Y también que vaya remitiendo poco a poco o que se agudice. 

Bueno, tras el maratón de Bilbao comienza una nueva época en mi carrera de runner popular. Una nueva etapa dirigida también a prevenir y tratar lesiones, así que quizás el pinchazo se convierta por fin en algo del pasado. En fin, ya hablaré de esa etapa en posteriores entradas del blog, porque eso sí que sí es otra historia. Intentaré retomar el blog, ok? Así que nos vemos por aquí.

Agur


viernes, 25 de octubre de 2013

EL TIEMPO QUE PASA DE MARATÓN A MARATÓN

Creo que cada maratón que corra o en el que participe de alguna forma se merece una crónica, o al menos unas palabras que queden ahí, para la posteridad. Por eso retomo la actividad de este pobre blog, abandonado desde febrero, más o menos el mismo tiempo que llevo relegando al running cada día a una fila más secundaria de mis prioridades vitales… La verdad es que en este momento lo estoy trayendo de nuevo a un punto importante de mi vida, pero aún sigo estando mucho más relajado que años atrás. Oye, que quizás este sea el punto... En todo caso antesdeayer corrí el maratón de Bilbao y eso se merece un mínimo repaso del camino que me ha traído hasta aquí.

Tras el maratón de Sevilla, donde aún estaba bastante tocado del síndrome compartimental crónico que me diagnosticaron, decidí relajarme y relajar el gemelo y dejar de correr casi del todo, al menos un mes. En primavera volví a entrenar pocos días en semana y no muchos kms, pero de forma regular. No podía abandonarme del todo porque un nuevo reto, un nuevo plan, un nuevo maratón me esperaba en octubre: en un día de copas con los del club decidimos inscribirnos al maratón de Bilbao. La cita se veía lejana, el 19 de octubre y ¡maratón nocturno! Allí estaríamos.

En primavera, aunque me inscribí al circuito de populares del IMD, la verdad es que me puse pocos dorsales en el pecho. Entre una cosa y otra, nunca me venía bien la fecha de tal o cual carrera. Estuve, por supuesto, en la de San Juan de Aznalfarache y creo que hasta la Carrera de la Cruz Roja el 9 de junio, no volví a competir. Dejé que se pasaran, estando inscrito, la popular de Nervión, Triana y Sur. Tampoco hice ninguna nocturna de antes del verano. La única fue ya el 20 de julio, la espectacular y durísima I Carrera Nocturna de Matalascañas, donde sufrimos de lo lindo y lo pasamos teta unos cuantos locos del club.

Y ya entre julio y agosto me metí de lleno en el plan Bilbao’13. Pocas cosas que decir: el trabajo, la vida, el cansancio… se han impuesto sobre el entrenamiento. La verdad, tampoco hay mucho más que analizar. Me han faltado kms, me ha sobrado estrés y sobre todo me ha matado entrenar en el 90% de los casos a las 7 a.m. No rindo a esa hora, lo reconozco, no rindo. No sé si alguna vez le pillaré le truco, pero hacer unas series o un entrenamiento más o menos alegre a esas horas se me hace imposible. Al menos levantándome solo media hora antes de entrenar. Porque claro, lo suyo es levantarse dos horas antes, pero de lunes a viernes, como que no…

Imagino que ya te haces una leve idea de cómo ha salido el maratón. O quizás no. Bueno, pasa a la siguiente entrada y te enterarás. Paso a paso.